miércoles, 13 de octubre de 2010

Repican las campanas
de la iglesia de mi barrio
a su encuentro, presurosos,
van jóvenes y ancianos,
repitiendo todos juntos
a viva voz los cantos,
esos himnos religiosos
que ocultan el quebranto
de la fe que para unos
es cosa del pasado.

Y como quien repite
a manera de un eco
van rezando el Credo,
el Ave María y el Padre Nuestro,
sin pensar siquiera
en aquello a que conlleva
decir tales palabras
que conservan la promesa
de un mundo diferente
sin penas y sin guerras
sin fronteras que limiten
el amor aquí en la Tierra.

De sus devotas bocas
salen sin pensar
las efimeras palabras
que el viento ha de llevar,
mientras fuera de la iglesia
continúan sin piedad
atacándose entre hermanos
y quitandose el pan.

Hasta cuando hermanos mios,
hasta cuando seguirán
confundiendo las ideas
de amor y libertad
de un pueblo que camina
sin saber a donde va.

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